Todo el 17 de Marzo transcurrió extraño. Esa tarde, la mitad
del elenco estuvo ausente, por lo que salimos media hora antes del ensayo. Yo
no quería volver a mi casa, busqué mil excusas, pero por alguna razón mi sentir se fue al otro
extremo y decidí que un domingo y a esa hora era el momento indicado para tomarme
un taxi. Y qué bueno que decidí hacerlo.
Cuando llegué estaba toda la familia reunida, y vos, aunque
panza arriba en el suelo, luchabas por respirar sin perder una gota de la
energía que siempre te caracterizó, mas estabas extraño, desganado, triste,
entregado ¿A qué? No quisiste ni comer carne, y cuando el nene se cayó encima
tuyo ni te inmutaste ¿Qué te pasa, boludo? Te dije, ¡en otro momento te lo
comías vivo!
Te pude mimar un rato más y desapareciste, nada fuera de lo
común.
El nene se fue a explorar el cuarto de mis viejos, y ahí
estabas, tirado, tomando aire como siempre ¿no?, aunque tenías una expresión
nada usual en tu carita. Últimamente todo era fuera de lo común, me pareció que
algo tenías, pero algo tenías seguro hacía como dos años, ya me habían metido
en la cabeza que estabas mal, que obviamente te iba a ver mal. Además, a todo
esto, mi atención estaba centrada en que Fabri no te pisara de nuevo o se le dé
por romper algo. Entonces entró mi vieja, que te venía buscando.
-Está ahí, tirado, tomando aire, pero está como raro. No te
avisé porque siempre que te aviso me decís que obvio que está raro…-
-¿Pero respira?-
…
No, en efecto, no respirabas más.
Corrí con el llanto en la boca a avisarles a mi viejo y a mi
hermano, y con mi hermano tratando de revivirte a los gritos y movimientos
bruscos el diagnóstico fue irremediable, te habías ido.
Te dejamos echado en donde decidiste estirar la patita una
hora y algo, no te paramos de llorar ni un minuto y Mauro no se movió de ahí en
ningún momento. Después de dialogar un poco estuvimos todos de acuerdo en que
te íbamos a enterrar en el patio, así que mi hermano y mi viejo se pusieron a cavar
tu cucha eterna. Te bajaron, agarré una
campera y junto a mi mamá los seguimos hasta el patio, donde te dejamos sin
cubrir un buen rato más, Mauro tenía miedo de que tuvieses catalepsia y se
negaba a taparte con tierra.
Antes de que se haga de noche, y después de explicarle que
tuviste un paro y no te ibas a volver a levantar, finalmente te cubrimos. La
tierra de ese patio en el que tanto te gustaba correr y tanto te desesperabas por
salir a explorar cada vez que bajábamos al quincho. Te enterramos en el único patio que tenemos, pero al mismo tiempo, donde tuviste alegría y paz por montones.
Nos supiste dar todo el amor y cariño del mundo, estoy en
eterna deuda con vos. Los bichos son así, amorosos, y te marcan para siempre.
Vos marcaste 10 años de mí.
Daría lo que fuera por volver a llevarte puesto yendo a la
cocina, aun quesea una vez más.
Hasta siempre, Cangu. Te amo hasta donde sea que estés y más.