jueves, 21 de marzo de 2013

Es tiempo de ordenarse.


¿Qué carajo tengo en la cabeza? Digo, realmente, escucho como mil voces constantes que se superponen y no se dejan ser unas a las otras por lo que jamás termino de entender que me quieren decir.  No puedo determinar un número, siquiera una aproximación, se que son muchas, o el barullo que hacen eso me hace creer, es tan insoportable que se me escapan y mis esfuerzos por reunirlas a cada una por separado para así poder detectar la médula de ese mal estar, solo fracasan como si el hecho de concentrarme en una hiciese que las demás se escapen. Pero ese escape es engañoso, es temporal. Tarde o temprano vuelven a atormentarme, cada vez con mayor intensidad.

Esta semana me di cuenta de algo, por ejemplo. Necesito la aprobación de los adultos, de cierto tipo de adultos, los que me caen más o menos bien, como si fuese una nena. Sí, como cuando somos chicos. Como cuando estamos esperando que papá o mamá nos digan que están orgullosos de nosotros, que vamos por buen camino, que somos los mejores, los más lindos...todas esas cosas que tanto me faltaron a lo largo de la infancia, y siempre. Por eso me pone tan nerviosa juntarme con mis profesores, con los que me conocieron lo suficiente como para que les importe...en primera porque les importo desde un lugar que a mis padres nunca les podría llegar a importar, y por otro lado, porque me comprenden en varios niveles ( y me pueden aconsejar desde la experiencia). Fue y es un largo camino sin una pizca de aprobación paternal, por eso me emociona tanto que los adultos reconozcan mis logros... soy una niña gritando desesperada por un poco de atención.
Estoy recontra enamorada, la puta madre xD

domingo, 17 de marzo de 2013

Cangu


Todo el 17 de Marzo transcurrió extraño. Esa tarde, la mitad del elenco estuvo ausente, por lo que salimos media hora antes del ensayo. Yo no quería volver a mi casa, busqué mil excusas,  pero por alguna razón mi sentir se fue al otro extremo y decidí que un domingo y a esa hora era el momento indicado para tomarme un taxi. Y qué bueno que decidí hacerlo.
Cuando llegué estaba toda la familia reunida, y vos, aunque panza arriba en el suelo, luchabas por respirar sin perder una gota de la energía que siempre te caracterizó, mas estabas extraño, desganado, triste, entregado ¿A qué? No quisiste ni comer carne, y cuando el nene se cayó encima tuyo ni te inmutaste ¿Qué te pasa, boludo? Te dije, ¡en otro momento te lo comías vivo!
Te pude mimar un rato más y desapareciste, nada fuera de lo común.
El nene se fue a explorar el cuarto de mis viejos, y ahí estabas, tirado, tomando aire como siempre ¿no?, aunque tenías una expresión nada usual en tu carita. Últimamente todo era fuera de lo común, me pareció que algo tenías, pero algo tenías seguro hacía como dos años, ya me habían metido en la cabeza que estabas mal, que obviamente te iba a ver mal. Además, a todo esto, mi atención estaba centrada en que Fabri no te pisara de nuevo o se le dé por romper algo. Entonces entró mi vieja, que te venía buscando.
-Está ahí, tirado, tomando aire, pero está como raro. No te avisé porque siempre que te aviso me decís que obvio que está raro…-
-¿Pero respira?-
No, en efecto, no respirabas más.
Corrí con el llanto en la boca a avisarles a mi viejo y a mi hermano, y con mi hermano tratando de revivirte a los gritos y movimientos bruscos el diagnóstico fue irremediable, te habías ido.
Te dejamos echado en donde decidiste estirar la patita una hora y algo, no te paramos de llorar ni un minuto y Mauro no se movió de ahí en ningún momento. Después de dialogar un poco estuvimos todos de acuerdo en que te íbamos a enterrar en el patio, así que mi hermano y mi viejo se pusieron a cavar tu cucha eterna.  Te bajaron, agarré una campera y junto a mi mamá los seguimos hasta el patio, donde te dejamos sin cubrir un buen rato más, Mauro tenía miedo de que tuvieses catalepsia y se negaba a taparte con tierra.
Antes de que se haga de noche, y después de explicarle que tuviste un paro y no te ibas a volver a levantar, finalmente te cubrimos. La tierra de ese patio en el que tanto te gustaba correr y tanto te desesperabas por salir a explorar cada vez que bajábamos al quincho. Te enterramos en el único patio que tenemos, pero al mismo tiempo, donde tuviste alegría y paz por montones.
Nos supiste dar todo el amor y cariño del mundo, estoy en eterna deuda con vos. Los bichos son así, amorosos, y te marcan para siempre. Vos marcaste 10 años de mí.
Daría lo que fuera por volver a llevarte puesto yendo a la cocina, aun quesea una vez más.
Hasta siempre, Cangu. Te amo hasta donde sea que estés y más.